Sobre kilómetros de piel de mundo está el lugar donde escribo. Una lapicera anclada a la espiral de una libretita y ahí comienza a derramarse el acto. Sería injusto otorgarle el crédito a un escritorio con una computadora encima. La imagen que antecede dice algo, le faltan partes, y le faltará siempre territorio como a cualquier pandemia.
Antes me daba vergüenza pero ahora desenfundo y empiezo, no hay lugar para el miedo al que dirán. Tengo la pretensión que se vuelva una función vital más, y tal vez desde hace ya mucho tiempo esté escribiendo para respirar.
Si me quedo sin implementos para escribir, me grabo o lo escribo en el celular, si me quedo sin batería en el celular, me lo repito una y otra vez durante cuadras y cuadras, y si por alguna razón me lo olvido, me entrego mansamente y disfruto de esa magia que es buscar lo que no quiere ser encontrado.
Mi lugar tiene a veces cara de: water, lomo de guitarra, mesa o mostrador de bar a la luz de un farol de whisky, vestuario de fútbol cinco con o sin agua caliente, cocina a las dos de la mañana mirando la noche por el fondo, ómnibus sentado, ómnibus parado, después de algún sueño, la sala de un cine…¿Para qué delimitar a los hijos del arte? Asesinos seriales de las fronteras.
Uno logra identificarse con cada una de las frases.
Ejemplo de la impecabilidad de la palabra.
Escribir para respirar …
Respirar tus palabras, Gustavo, fue oler el perfume de la belleza .
Gracias